Dos parejas tienen una cita en un elegante restaurante de Ámsterdam. Paul y su esposa Claire van de espaldas. Serge, el popular y admirado hermano de Paul y futuro Primer Ministro de los Países Bajos, ha elegido el día, la hora y el lugar.
Dos parejas tienen una cita en un elegante restaurante de Ámsterdam. Paul y su esposa Claire van de espaldas. Serge, el popular y admirado hermano de Paul y futuro Primer Ministro de los Países Bajos, ha elegido el día, la hora y el lugar.
Serge quiere hablar de los niños. En las redes sociales circula un vídeo comprometedor. Los niños han hecho algo grave. Ante lo indecible, ¿qué salvas? ¿Tus convicciones o a tu hijo? Es el tipo de dilema que nos gustaría evitar a toda costa. Pero Herman Koch no nos perdona. No hay escapatoria. Tenemos que tomar una decisión. ¿Podemos seguir siendo dignos, tolerantes, generosos y abiertos de mente cuando nuestro propio hijo nos priva de todas estas cualidades a la vez al obligarnos a encubrir su delito? ¿Qué pasa con los valores que inculcaste a tus vástagos y que parecen no haber encontrado anclaje en ellos? ¿Acaso la persona que engendró al monstruo no se comportó de un modo que fomentó la vocación del asesino sin remordimientos?
Si su hijo hubiera cometido lo indecible, ¿le protegería sin límites?
Cuando nuestros vástagos expresan su violencia descuartizando insectos, les reprendemos, pero sabemos que se trata de una especie de ritual, un proceso de aprendizaje que les permite domar y frenar sus impulsos destructivos.
Pero, ¿qué ocurre cuando descubres que tu hijo nunca ha dejado este jueguecito y lo ha llevado al extremo? ¿Cuando el impulso se ha convertido en planificación y las víctimas son ahora seres humanos?
De Herman Koch, adaptación de Jean-Benoît Patricot, dirección de Catherine Schaub, iluminación de Alexandre Milcent, música de Laurent Guillet con Bruno Solo, guitarra de Édouard Demanche producción 42 Maison de production, codirección de Théâtre de l'Atelier.